seo, pero también con el cuerpo aparejado a la batalla, dije, enardecido, a Fotis, enseñándole las muestras de mi impaciencia:
—Ten compasión de mí, y acuéstate pronto; ya tú ves cuánta pena me has dado; porque estando yo con esperanza de lo que tú me habías prometido, después que la primera saeta de tu cruel amor me dio en el corazón, fué causa que mi arco se extendiese tanto, que si no lo aflojas tengo miedo que con el mucho tesón la cuerda se rompa, y si del todo quieres satisfacer mi voluntad, suelta tus cabellos y así me abrazarás.
No tardó ella, que, nadando había alzado la mesa prestamente, con todas aquellas cosas que en ella estaban, y, desnudada de todas sus vestiduras, hasta la camisa, y los cabellos sueltos, que parecía la diosa Venus cuando sale del mar, blanca y hermosa, sin vello ni otra fealdad, poniéndose la mano delante de sus vergüenzas, antes haciendo sombra que cubriéndose, dijo:
—Ahora haz lo que quisieres, que yo no entiendo ser vencida, ni te volveré las espaldas. Si eres hombre, acomete resuelto y mata muriendo, que hoy la lucha es sin cuartel.
Y diciendo esto, acostóse, donde cansamos, velando hasta la mañana, recreando nuestra fatiga con el beber de rato en rato, y de esta manera pasamos algunas otras noches.