parece verde obscuro imitando a las plumas y fleco del cuello de las palomas o al cuervo que le luce el color negro. Mayormente, cuando ellas se peinan y hacen la partidura con ungüento arábigo, después que juntan sus cabellos y los trenzan en las espaldas, si las ven sus amadores, míranse en ellas como en un espejo; especialmente si los cabellos, siendo muchos y espesos, están sueltos y tendidos por las espaldas. Finalmente, tanta es la gracia de los cabellos, que aunque una mujer esté vestida de seda y oro y piedras preciosas, y tenga todo el atavío y joyas que quisiere, si no mostrare sus cabellos, no puede estar bien adornada ni ataviada; pero en mi señora Fotis, no el atavío de su persona, mas estando revuelta como estaba, le daba muy mucha gracia. Ella tenía muchos cabellos espesos que le llegaban bajo la cintura con una redecilla de oro, ligados con un nudo cerca del principio. De manera que yo no me pude sufrir más; inclinéme y toméla por cerca del nudo de los cabellos y suavemente la comencé a besar. Ella volvió la cabeza, y mirándome astuta con el rabillo del ojo, me dijo:
—Oye tú, escolar, dulce y amargo gusto tomas: pues guárdate, que con mucho sabor de la miel, no ganes continua amargura de hiel.
Yo le dije:
—¿Qué es esto, mi bien y mi señora? Aparejado estoy, que por ser recreado solamente con un beso, sufriré que me ases en ese fuego. Y dicien-