otras particularidades, yo me enamoré tanto de sus cabellos, que en público nunca partía los ojos de ellos por más los gozar después en secreto. Así que conocí y tuve por cierto juicio y razón que la cabeza y cabellos es la principal parte de la hermosura de las mujeres, por dos razones: o porque es la primera cosa que nos ocurre a los ojos y se nos demuestra, o porque lo que la vestidura y ropas de colores adorna en los otros miembros y los alegra, esto hace en la cabeza el resplandor natural de los cabellos. Y muchas vece acontece que algunas por mostrar su gracia y hermosura a quien bien quieren, se quitan todas las vestiduras y la camisa, preciándose muy mucho más de la lindeza de sus personas que no del color de los brocados y sedas. Y aunque sea cosa de no decir, ni nunca hubiese tan mal ejemplo, si trasquilasen a una mujer que fuese la más hermosa y acabada en perfección del mundo, aunque fuese venida del cielo y criada en el mar, y aunque fuese la diosa Venus acompañada de sus ninfas y graciosas con su Cupido y toda la compaña que le sigue, con su arreo de cinta de cadenas y olores de cinamomo y bálsamo, si viniere calva y sin cabellos, no podrá placer a nadie, ni tampoco a su marido Vulcano. ¿Qué color se puede igualar ni agradar tanto como el lustre natural de los cabellos, que contra el resplandor del Sol relumbra y varía el color en diversas gracias? Ahora, de una parte, resplandece como oro, de la otra de color mellada; ahora
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