cipales entre los decuriones que de cinco en cinco años se elegían. Finalmente, que yo, trayendo mi cabeza rasa de cada parte, según la ceremonia e institución del antiguo colegio que se instituyó en los tiempos de Sila, me ejercitaba y servía mis oficios y cargos, perseverando en ellos con mucho placer y alegría.
No sin fatiga de espíritu y trabajo corporal se tradujo Apuleyo y vino a ser a todos manifesta de su Asno de oro, que a muchos era encubierto, que, según al principio fué tocado, cierto, él es un espejo de las cosas de esta vida humana. Y en este envolvimiento de su historia se parecen y expresan nuestras costumbres y la imagen de nuestra vida continuada; cuyo fin y suma bienaventuranza es nuestra religión, para servir a Dios y a su Divina Majestad, por que alcancemos ir a su gloria, para donde fuimos criados.