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celo, el cual nombre no era ajeno de mi reformación de cuando yo andaba hecho asno. Visto esto, no me tardé y fuíle luego a hablar; pero él no estaba incierto de lo que yo le decía, que ya no había sido avisado por semejante relación cómo me había de administrar y admitir en estas cosas de sus sacrificios y religión, porque en sueños él había oído la noche próxima pasada al gran dios Osiris, estándole ataviando la corona a su propia boca, con la cual dice y declara los hados y ventura de cada uno, cómo le era enviado un hombre de Madaura muy pobre, al cual luego él recibiese a sus sacrificios, porque de aquello este de Madaura alcanzaría gloria da sus virtudes y el sacerdote gran provecho y ganancia. En esta manera, estando yo destinado para entrar en la religión, estaba impedido, contra mi voluntad, por la pobreza y por no tener para cumplir lo que era necesario para la costa, porque los grandes gastos de mi larga peregrinación habían consumido las fuerzas de mi patrimonio, y también las costas y expensas que se habían de hacer en Roma precedían y eran mayores que las que se habían hecho en la provincia de Acaya, donde tomé el hábito. Así, que con la pobreza y necesidad que tenía estaba en mucha fatiga, puesto, como dice el proverbio, entre el cuchillo y la piedra. De más de lo cual, continuamente era fatigado y amonestado por la instancia de la diosa. En esta manera inducido y estimulado muchas veces, no sin gran turbación