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letrados del templo, hallé una cosa nueva y maravillosa; conviene a saber: que aunque yo estaba embebido en los sacrificios de la diosa Isis, no estaba alumbrado ni limpio para los del gran dios y soberano padre de todos los dioses, Osiris, y como quiera que toda cuasi fuese una misma religión y ambas estuviesen juntas, pero que había gran diferencia cuanto al hacer de la profesión y consagración. Por ende, que supiese como me convenía ser también servidor del gran dios, y que así era pedido por él. No estuvo mucho tiempo la cosa en duda, porque esta noche vi en sueños uno de aquellos sacerdotes cubierto de una vestidura de lino sagrada, el cual ponía a mi puerta pámpanos, hiedras y otras cosas que traía en su mano, y sentado en mi silla denunció los manjares y fiestas de la gran religión de Osiris. Este sacerdote, por darme conccimiento de sí por alguna cierta señal, andaba poco a poco, con pasos tardíos, cojeando un poco del calcañar del pie izquierdo. Así que, quitada toda obscuridad de duda por la manifiesta voluntad de los dioses, luego, de mañana, acabadas las horas matutinas, miraba con gran diligencia a cada uno quién de ellos era semejante al que vi en sueños, y no me faltó lo prometido, porque vi luego uno de aquellos sacerdotes que, de más de indicio de ser cojo del pie izquierdo, concordaba justamente en todo lo otro, así en hábito como en estatura, al cual vi en sueños durmiendo, y, según después supe, se llamaba Asino Mar-