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tal, porque en mano de esta diosa están las llaves de la muerte y la guarda de la vida, y la entrada de esta religión se ha de celebrar a manera de una muerte voluntaria y rogada salud; mayormente que esta diosa acostumbra a elegir para su servicio y religión los hombres que ya están en el último término de su vivir, a los cuales seguramente se puede cometer el silencio y autoridad de su orden, porque con su providencia hace tornar luego a vivir los que, en alguna manera renacidos a esta religión, entran en ella; por las cuales razones me convenía obedecer el mandamiento celestial, y como quiera que clara y abiertamente la diosa, por su gracia y bondad, me hubiese señalado y elegido para el ministerio de su religión; pero que ni más ni menos que los otros sus servidores me había de abstener, guardar y apartar de todos los manjares y actos profanos y seglares, por donde más derechamente pudiese llegar a los secretos purísimos de esta sagrada religión.

Después que el sacerdote hubo dicho esto, no creáis que por ello yo me enojase ni se interrumpió mi servicio; antes muy atento, con gran paciencia y sufrimiento, continuamente hacía el oficio conveniente a las cosas sagradas del templo, y no recibí en ello engaño ni la liberalidad de la diosa consintió que yo padeciese pena de luenga tardanza. Mas una noche obscura, claramente en sucños me reveló diciendo que ya era llegado el día que yo mucho deseaba, en el cual alcanzaría y habría efecto mi voto y deseo, diciendo asi-