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alquilada una casa dentro del cerco del templo, constituí allí mi morada temporal, sirviendo por entonces en las cosas de dentro de casa que me mandaban, estando de continuo en la compañía de aquellos sacerdotes, no apartándome del servicio de la diosa en tal manera, que nínguna noche pasé ni hube reposo alguno sin que viese y contemplase en esta diosa, cuyos sagrados mandamientos y servicios, como quiera que mucho antes a él yo me hubiese obligado, me parecía que ahora lo comenzaba a hacer y a servirla, aunque en esto yo tenía gran deseo y voluntad. Pero excusábame y deteníame con un religioso temor y vergüenza mayormente que con mucha diligencia preguntaba la dificultad que había en el servicio de aquella religión, y sabía yo que había gran abstinencia y castidad. Además de esto, miraba con mucha cautela que la vida de aquella religión era disminuída y estaba debajo de muchos casos y ocasiones, lo cual, todo pensado entre mí muchas veces, no sé cómo dilataba lo que mucho deseaba. Estando en este pensamiento una noche, soñaba que el sumo sacerdote me daba y ofrecía la falda llena, y preguntándole yo qué cosa era aquélla, me respondía que traía allí ciertas cosas que me enviaban de Tesalia, y que asimismo había venido de allá un siervo mío que se llamaba Cándido. Despertando con este sueño, revolvía muchas veces mi pensamiento diciendo qué cosa podía ser aquesta, mayormente que no me recordaba en tiempo alguno haber tenido siervo que por tal nombre se lla-