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la forma que me veía, hablóme de esta manera:

"¡Oh Lucio!, habiendo tú padecido muchos y diversos trabajos con grandes tempestades de la fortuna, y siendo maltratado de mayores turbaciones, finalmente viniste al puerto de salud y ara de misericordia, y no te aprovechó tu linaje y la dignidad de tu persona, ni aun tampoco la ciencia que tienes; más antes, con la incontinencia de tu mocedad, puesto en vicios de hombres siervos y de poco ser, reportaste el premio y galardón siniestro de tu agudeza y curiosidad sin provecho; mas como quiera que sea, la ciega fortuna, pensando de atormentarte con estos pésimos trabajos y peligros, te trajo con su malicia, no por ella vista, a esta religión bienaventurada. Pues vaya ahora y bravee con su furia cuanto quisie re, y busque para su crueldad otra materia donde se ejercite, porque en aquellos cuyas vidas y servicios la majestad de nuestra diosa tomó so su amparo y protección, no ha lugar ningún caso contrario. ¿Qué le aprovechó a la malvada de la fortuna los ladrones? ¿Qué le aprovecharon las fieras o el servicio en que te puso, o las idas y venidas de los caminos ásperos que anduviste, o el miedo de la muerte en que cada día te ponía?

Y ahora eres recibido en tutela y guarda de la fortuna, pero de la que ve, la cual, con el res plandor de su luz, alumbra a todos los otros dioses, y que se conforme con este tu hábito cándido y blanco; acompaña la pompa y procesión de