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viese, que era Pegaso, como quiera que podía reírse y burlar de entrambos a dos.

Entre estas cosas de juego que popularmente allí se hacían, ya se aparejaba y venía la fiesta y pompa de mi propia diosa que me había de salvar y escapar de tanta tribulación; y delante de ella venían muchas mujeres resplandecientes, con vestiduras blancas y alegres, con diversas guirnaldas de flores que traían, las cuales henchían de flores que sacaban de sus senos las calles y plazas por donde venía la fiesta y procesión.

Otras llevaban en las espaldas unos espejos resplandecientes, por mostrar a la diosa que venía tras ellas el servicio y fiesta que le hacían. Otras había que traían muy hermosos peines de marfil en las manos, haciendo actos y gestos con los brazos, volviendo los dedos a una parte y a otra, fingiendo que peinaban y adornaban los cabellos de la reina Isis.

Otras había que rociaban las plazas con muchos ungüentos olorosos, derramando bálsamo con una almarraja. Además de esto, iba muy gran muchedumbre de hombres y mujeres con sus candelas y hachas y cirios y con otro género de lumbre artificial, favoreciendo y honrando las estrellas celestiales. Después iban muy muchos instrumentos de muy suave música, así como sinfonías muy suaves y flautas y chirimías que cantaban muy dulce y suavemente, a las cuales seguía una danza de muy hermosas doncellas con sus alcandoras blancas, cantando un canto muy gracio-