lía con mi pescado, viene tras de mí Pithias, que fué mi compañero cuando estudiábamos en Atenas. El cual había días que no me había visto, y como me conoció, vínose a mí con mucho amor y abrazóme, dándome paz amorosamente, y dijo:
—¡Oh mi Lucio!, mucho tiempo ha que no te he visto por Dios que después que nos partimos de nuestro maestro Clytias, nunca más nos vimos; mas ¿qué es ahora la causa de tu venida?
Yo dije:
—Mañana lo sabrás; pero, ¿qué es esto? Yo he mucho placer en verte con vara de justicia y acompañado de gente de pie. Según tu hábito, oficio debes de tener en la ciudad.
El me dijo:
—Tengo cargo del pan y soy almotacén; por eso, si quieres comprar algo de comer, yo te podré aprovechar.
Yo no quise, porque ya tenía comprado el pescado necesario para mi comer; pero él, como vic la espuerta del pescado, tomóla y en un llano sacudióla, y vistos los peces, dijo:
—¿Y cuánto te costó esta basura?
Yo respondí:
—Apenas lo pude sacar del que lo vendió por veinte maravedís.
Lo cual, como él oyó, tomóme por la falda y tornóme otra vez a la plaza de Cupido y preguntóme:
—¿De cuál de éstas compraste esta nada?