Página:La metamorfosis o El asno de oro (1920).pdf/358

Esta página ha sido corregida
354
 

los míos; y si, por ventura, algún dios yo he enojado y me aprieta con crueldad inexorable, consienta al menos que muera, pues que no me conviene que viva en esta manera."

Habiendo hecho mis rogativas y compuesto mis lloros, tornó otra vez el sueño a oprimir mi corazón soñoliento en aquel mismo lugar donde me había echado, y no había casi cerrado bien los ojos, he aquí aquella divina cara alzando su gesto honrado, salió de medio de la mar, y en saliendo, poco a poco su luciente figura, ya que toda estaba fuera del agua, pareció que se puso delante mí: de la cual su maravillosa imagen yo me esforzaré de contar, si el defecto de la habla humana me diere para ello facultad o si su divinidad me administrare abundantemente copia de facundia para poderlo decir. Primeramente ella tenía los cabellos muy largos, derramados por el divino cuello y que le cubrían las espaldas; tenía en su cabeza una corona adornada de diversas flores, en medio de la cual estaba una redondez llana a manera de espejo, que resplandecía la lumbre de él para demostración de la Luna de la una parte, y de la otra había muchos surcos de arados torcidos como culebras y con muchas espigas de trigo por allí nacidas; traía una vestidura de lino, tejida de muy muchos colores: ahora era blanca y muy luciente, ahora amarilla como flor de azafrán, ahora inflamada con un color rosado, que, aunque estaba yo lejos, me quitaba la vista de los ojos; traía encima otra ropa negra,