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razonable, en que puedes estar a tu placer. Porque, cierto, tu presencia hará mayor la casa y tú serás alabado de no menospreciar mi pequeña posada. Además de esto, imitarás a las virtudes de tu padre Teseo, que nunca se menospreció de posar en una casilla de aquella buena vieja Hecales.

Entonces llamó a la moza y díjole:

—Fotis, toma esta ropa del huésped y ponla a buen recaudo en aquella cámara; y saca presto de la despensa aceite para untarse y un paño para limpiarlo, y lleva a mi huésped a este baño más cercano, porque él viene harto fatigado del malo y largo camino.

Cuando yo oí estas cosas, conociendo las costumbres y miseria de Milón, y queriendo tomar amistad con él, díjele:

—No es menester nada de estas cosas, que dondequiera las hallamos en el camino; pero yo preguntaré por el baño. Lo que más principalmente ahora he menester es que, para mi caballo, que me ha traído muy bien hasta aquí, me compres tú, señora Fotis, heno y cebada; ves aquí los dineros.

Esto hecho y puesta toda mi ropa en aquella cámara, yendo yo al baño, acordé primero de proveer de alguna cosa para comer; y fuime a la plaza de Cupido, adonde vi abundancia de pescados, y preguntando el precio, no quise tomar de lo caro, que valía cien maravedís, y compré otro por veinte maravedís, Al tiempo que yo sa-