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lux, cubiertas las cabezas con sus yelmos y cimeras, adornados de estrellas. Pero estos dos Cástores eran dos muchachos de aquellos que representaban la fábula. Esta doncella, como quiera que la trompa tañía diversos sones y bailes, salió muy reposada y sin hacer gesto ninguno, y honestamente, con su gesto sereno, prometió al pastor que si le diese aquella manzana, que era premio de la hermosura, le daría el reino y señorío de toda Asia. A la otra doncella, que en el atavío de sus armas parecía Minerva, acompañaban dos muchachos pajes que llevaban las armas de esta diosa de las batallas, a los cuales llamaban al uno Espanto y al otro Miedo. Estos venían saltando y esgrimiendo con sus espadas sacadas.

A las espaldas de ellos estaban las trompetas, que tanían como cuando entran en las batallas, y junto con las trompetas bastardas tocaban clarines, de manera que incitaban gana de ligeramente saltar. Esta doncella, volviendo la cabeza, y con los ojos que parecía que amenazaba, saltando y dando vueltas muy alegremente, demostraba a Paris que si le diese la victoria de la hermosura, que lo haría muy esforzado y muy famoso con su favor y ayuda en los triunfos de las batallas.

Después de esto, he aquí do sale Venus con gran favor de todo el pueblo, que allí estaba, y en medio del teatro, cercada de muchachos alegres y hermosos, y riéndose dulcemente, estuvo queda con gentil continencia. Cierto, quienquiera