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de oro que llevaba en su mano, llegó a aquel que parecía Paris y diósela, significándole por señales lo que Júpiter mandaba que hiciese, y luego, prestamente tornando los pasos hacia atrás, fuese de delante. Luego vino una doncella honesta en su gesto, semejante a la diosa Juno, porque traía con una diadema blanca ligada la cabeza, y traía asimismo un cetro real. Tras de ésta salió otra, que luego pensaras que era Minerva, la cabeza cubierta con un yelmo resplandeciente, y encima del yelmo una corona de ramos de oliva, con una lanza y una adarga, meneándola a una parte y a otra, como cuando ella pelea. Después de éstas entró otra muy poderosa; con hermosa vista y la gracia de su divina color manifestaba que debía ser la diosa Venus, la cual ella era cuando fué doncella, el cuerpo desnudo y sin ninguna vestidura, mostrando su perfecta hermosura, salvo que con un velo de sutil seda obumbraba su espectáculo, el cual velo un airecillo curioso enamoradamente meneaba, ahora, burlándoselo, alzaba en tal manera, que, apartado, descubría ia flor de su edad; ahora, con mayor amor se le allegaba tan apretadamente que señalaba las líneas hermosas de su cuerpo. El color de esta diosa era tan hermoso, que el cuerpo era blanco y claro como cuando sale del cielo, y la vestidura azul, como cuando torna del mar. Estas tres doncellas, que representaban aquellas tres diosas, traían sus compañas consigo, que muy suntuosamente las acompañaban; a Juno acompañaba Cástor y Pó-