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aprestar espada ni cuchillo para hacer lo que quería; en fin, yo consolaba estas mis extremas fatigas con una muy pequeña esperanza, y era que el verano comenzaba ya y que pintaba todas las cosas con hierbezuelas floridas y vestía los prados con flores de muchos colores, y que luego las rosas, echando de sí olores celestiales, salidas de su vestidura espinosa, resplandecerían y me tornarían a mi primer Lucio, como yo antes era.

CAPITULO VI

En el cual se cuentan muy largamente las solemnes fiestas que en Corinto se celebraron, y cómo, estando aparejado el teatro para la fiesta que el asno había de hacer, huyó sin más parecer.

En esto, he aquí do viene el día que era señalado para aquella fiesta, y con muy gran pompa y favor, acompañándome todo el pueblo, yo fuí llevado al teatro, y en tanto que comenzaban a hacer para principio de la fiesta ciertas danzas y representaciones, yo estuve parado ante la pueria del teatro, paciendo grama y otras hierbas frescas que yo había placer de comer, y como la puerta del teatro estaba abierta, sin impedimento, muy muchas veces recreaba los ojos curiosos mirando aquellas graciosas fiestas. Porque allí había mozos y mozas de muy florida edad, hermosos en sus personas y resplandecientes en las vestiduras, en