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menzado. La mujer del físico, inducida por los lazos y engaños de aquella mala hembra, fácilmente consintió en lo que le demandaba, y por agradar y mostrar ser servidora de aquella mujer, que era muy rica, muy prestamente fué a su casa y trajo toda la bujeta de la ponzoña, y diósela a aquella mujer, la cual, hallada causa y materia de grandes maldades, procedió adelante largamente con sus manos sangrientas. Ella tenía una hija pequeña de aquel marido que poco ha había muerto, y a esta niña, como le venían por sucesión los bienes de su padre, como el derecho manda, queríala muy mal, y codiciando con mucha ansia todo el patrimonio de su hija, deseábala ver muerta. Así que ella, siendo cierto que las madres, aunque sean malas, heredan los bienes de los hijos difuntos, deliberó de ser tan buena madre para su hija cual fué mujer para su marido; de manera que, como vió tiempo, ordenó un convite, en el cual hirió con aquella ponzoña a la mujer del físico, juntamente con su misma hija; y como la niña era pequeña y tenía el espíritu sutil, luego la ponzoña rabiosa se entró en las delicadas y tiernas venas y entrañas, y murió. La mujer del físico, en tanto que la tempestad de aquella poción detestable andaba dando vueltas por sus pulmones, sospechando primero lo que había de ser y luego cómo se comenzó a hinchar, ya más cierta que lo cierto, corrió presto a la casa del senador, y con gran clamor comenzó a llamar su ayuda y favor, a las cuales