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lejos, dejaba preñada a su mujer, madre de aquel mancebo, y mandóle que si pariese hija, que, luego que fuese nacida, la matase. Ella parió una hija, y por lo que el marido le había mandado, habiendo piedad de la niña, como las madres la tienen de sus hijos, no quiso cumplir aquello que su marido le dijo, y dióla a criar a un vecino. Después que tornó el marido, díjole como había muerto a una hija que parió; pero después que ya la moza estaba para casar, la madre no la podía dotar sin que el marido lo supiese, y lo que pudo hacer fué que descubrió el secreto a aquel mancebo, hijo suyo, porque temía quizá por ventura no se enamorase de la moza, y, con el calor de la juventud, no sabiéndolo, incurriese en mal caso con su hermana, que tampoco lo sabía. Mas aquel mancebo, que era hombre de noble condición, puso en obra lo que su madre le mandaba y lo que a su hermana cumplía, y guardando mucho el secreto por la honra de la casa de su padre, y mostrando de parte de fuera una humanidad común entre los buenos, quiso satisfacer a lo que era obligado a su sangre, diciendo que por ser aquella moza su vecina, desconsolada y apartada de la ayuda y favor de sus padres, la quería recibir en su casa a su amparo y tutela, porque la quería dotar de su propia hacienda y casarla con un compañero mucho su amigo y allegado. Pero estas cosas, así con mucha nobleza y bondad bien dispuestas, no pudieron huir de la mortal envidia de la fortuna, por disposición de la cual luego