entre nosotros, hurtando lo principal que aquí queda, y aquello vendido, acrecentando escondidamente su caudal, de esto poco que queda, querer llevar su parte igual; por ende, si a ti no te place nuestra compañía, podemos quedar hermanos en todas las otras cosas y apartarnos de este vínculo de comunidad, porque, según yo veo, esta querella procede en infinito, de donde nos puede venir gran discordia.
El otro hermano le respondió:
—Por Dios, que yo alabo esta tu constancia, que has querido prevenir la querella a lo que hasta ahora es secretamente hurtado, lo cual yo, sufriendo muchas días ha, entre mí mismo me he quejado, porque no pareciese que reprendía a mi hermano de un hurto de tan poco valor como éste; pero bien está, pues, que nos habemos descubierto, para que por mí y por ti se busque el remedio de nuestro daño, y la envidia, procediendo calladamente, no nos traiga contenciones, como entre los dos hermanos Eteocles y Polinices, que el uno al otro se mataron.
Estas y otras semejantes palabras, dichas el uno al otro, juraron cada uno de ellos que ningún engaño ni ningún hurto habían hecho ni cometido; pero que debían por todas vías y artes que pudiesen buscar al ladrón que aquel común daño les hacía, porque no era de creer que el asno que allí solamente estaba se había de aficionar a comer tales manjares, pero que cada día faltaban los principales y más preciados manjares; además de esto, en su cá-