CAPITULO III
Yo en aquel tiempo andaba revuelto en las ondas de los hados de la fortuna. Aquel caballero que me había comprado, sin que nadie me vendiese, y me hizo suyo sin que por mí diese precio alguno, húbose de partir a Roma por mandado de su capitán, haciendo lo que era obligado, a llevar ciertas cartas para un gran príncipe, y antes que se partiese vend óme a dos siervos hermanos, sus vecinos, por once dineros. Estos tenían un señor rico, y el uno de ellos era panadero, que hacían pan y pasteles y fruta y de otros manjares; el otro, cocinero, que hacía manjares más sabrosos de zumos y otras salsas y manjares delicados. Estos dos hermanos moraban ambos en una casa, y compráromme para traer platos y escudillas y lo que era menester para su oficio; de manera que yo fuí llamado como un tercer compañero entre aquellos dos hermanos para andar por las aldeas de aquel cabailero y traer todo lo que era menester para su cocina; y, ciertamente, en ningún tiempo yo experimenté tan benévola mi fortuna; porque a la noche, después de aquellas abundantes cenas y sus esplen-