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vosotros condenéis a muerte a este inocente mancebo, ni tampoco consentiré que este esclavo, burlando de nuestro juicio, escape y huya de la pena de su traición y maldad, porque yo os daré evidente y manifiesto argumento de este presente negocio, el cual es que, como este malvado pensase comprar ponzoña matadora y yo no creyese que a mi oficio conviene dar a ninguno causa de muerte, porque la medicina no fué hallada para muerte, sino para salud de los hombres, temiendo que si yo negase de darle ponzoña quizá por la mala respuesta le daría camino para su maldad, porque podría ir a otro y comprar de él esta mortífera poción, o, por ventura, con algún cuchillo u otro linaje de arma, acabaría la traición que había comenzado, acordé darle, no ponzoña, mas otra poción soñolienta de mandrágora, que es muy famosa para hacer dormir gravemente, y da un sueño semejante a la muerte, y no es maravilla que este ladrón, como muy desesperado, siendo cierto que le han de dar pena de muerte, sufriese fácilmente estos tormentos que le han dado como manda el derecho, teniéndolos por muy livianos. Pero si es verdad que el muchacho bebió aquel brebaje que por mis manos fué templado, él es vivo y reposa y duerme, y en quitándosele el sueño grave que tiene, despertará y tornará a esta luz, y si él verdaderamente es muerto o verdaderamente fué prevenido con la muerte, buscad las causas de ello de otra parte, que yo no las sé.

En esta manera hablando aquel viejo, plugo a