no consentiré que, acusado ei reo por falsos testigos, se haya de perpetrar manifiesto homicidio, ni consentiré que vosotros, que jurasteis de juzgar bien y fielmente, vosotros os perjuréis, siendo engañados por mentira de un esclavo; porque, cierto, yo, engañando a mi conciencia y menospreciando a Dios, no podía pronunciar injustamente contra éste; así que oíd ahora y conoced todos cómo pasa este negocio: este ladrón, muy diligente por comprar ponzoña que luego matase, vino a mí poco ha, y ofrecíame cien sueldos de oro por que se lo diese, diciendo que lo había menester para un enfermo, el cual estaba muy fatigado en enfermedad de hidropesía, de la cual no podía sanar y deseaba morir por librarse del tormento que con la vida tenía. Yo, viendo que este azotado parlaba mucho y decía cosas livianas, no satisfaciéndome, antes, siendo cierto que él procuraba alguna traición, díle aquel brebaje, pero mirando a la verdad, que se podría saber, no quise recibir luego el precio que me daba, y díjele: "Porque quizás por ventura alguna de estos sueldos que me das no se hallase falso o engañado, vedlo aquí en esta taleguilla; séllalos con tu anillo hasta que mañana venga un cambiador y los pese y vea si son buenos." De esta manera él selló los dineros en la taleguilla, la cual, luego que éste fué presentado en juicio, yo hice muy prestamente traer de mi botica a uno de mis criados, y ved'a aquí en vuestra presencia; véala él y conozca su sello; porque la ver-
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