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las respuestas y otras palabras que entre ellos pasaron; y por esto no os podré contar lo que no supe; pero lo que oí, quise poner en este libro.

CAPITULO II

Cómo, por industria de un senador antiguo y sabio, fué descubierto el delincuente, y ahorcado el esclavo, y desterrada la mujer, y libre el entenado.

Después que fué acabada la contención entre ellos, plugo a los jueces de buscar la verdad de este crimen por cierta probanza y no dar tanta conjetura a la sospecha que del mancebo se decía; y mandaron que fuese traído allí presente aquel esclavo muy diligente que afirmaba que él solo sabía cómo había pasado el negocio; y venido aquel bellaco ahorcadizo, ningún empacho ni turbación tuvo, ni de ver un caso de tan gran juicio, ni de ver tampoco aquel senado, donde tales personas estaban, o a lo menos de su conciencia culpada, que él sabía bien que lo que había fingido era falso, lo cual él afirmaba como cosa muy verdadera, diciendo de esta manera: que aquel mancebo, muy enojado de su madrastra, lo había llamado y díjole que por vengar su injuria había muerto a su hijo de ella, y que le había prometido gran premio porque callase, y porque él dijo que no quería callar, el mancebo le amenazó que lo ma-