Página:La metamorfosis o El asno de oro (1920).pdf/318

Esta página ha sido corregida
314
 

pestad de tan gran pena y tribulación como aquella, porque ya él veía delante de sí enterrar al más pequeño, y también sabía de cierto que el otro había de ser condenado a pena de muerte por el pecado del incesto con su madrastra y por el parricidio de su hermano. En esta manera las mentirosas lágrimas de su muy amada mujer le pusieron en extrema enemistad de su hijo. Apenas eran acabadas las exequias del enterramiento del hijo, cuando luego desde allí se partió el desventurado viejo, regando su cara con lágrimas continuas y sus canas ensuciadas con ceniza, y muy aprisa se lanzó en la casa de la justicia, y allí, llorando y con muchos ruegos, besando en las rodillas de los jueces, no sabiendo los engaños de su malvada mujer, trabajaba cuanto podía porque ahorcasen al otro mancebo su hijo, diciendo que habla cometido crimen de incesto, ensuciando la cama de su padre, y que era homicida habiendo muerto a su hermano, y que era un matador que había amenazado de matar a la madrastra; finalmente, que él llorando inflamó a los jueces y a todo el pueblo, con tanta mancilla de él y tanta indignación contra el mancebo, que dejada la orden y dilación del juzgar y las manifiestas probanzas de la acusación, y los rodeos y dilaciones del responder, que todos a una voz clamaban y decían que aquel público mal, públicamente se había de vengar, haciendo allí cubrir de piedras. Los jueces, considerando y habiendo miedo de su propio peligro, porque de los