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conmovido de la arrebatada muerte del mozo, comenzó a dar grandes aullidos y clamores, que la madre y toda la casa alborotó. Conocido el caso del veneno mortal, cada uno de los que allí estaban presentes acusaban a los autores de tan extremada traición y maldad; pero aquella cruel y mala hembra, ejemplo único de la malicia de las madrastras, no conmovida por la muerte de su hijo, ni por el parricidio que ella misma había hecho, ni por la desdicha de su casa, ni por el enojo de su marido, ni por la fatiga del enterramiento del hijo, procuró venganza muy presta, por donde causó daño para toda su casa. Así que, muy presto, despachó un mensajero que fuese a su marido y le contase la muerte de su hijo y el daño de su casa. Cuando el marido oyó estas nuevas, tornóse del camino, y entrando en casa, luego ella con gran temeridad y audacia comenzó a acusar y decir que su hijo era muerto con la ponzoña del entenado, y en esto no mentía ella, porque el muchacho su hijo había prevenido la muerte que estaba ya destinada y aparejada para el mancebo; pero ella fingía que su hijo era muerto por maldad del entenado, a causa que ella no quiso consentir en su malvada voluntad, con la cual había tentado de forzarle, y no contenta con estas grandes mentiras, añadía que por que ella había descubierto esta traición, él la amenazaba de matarla con un puñal. Entonces el desventurado del marido, herido de la muerte de dos hijos, fatigábase que no cabía en sí con la tem-