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pués desde allí de su tienda, según que a mí me parecía que debía ser suya, muy bien cargado de sus alhajas y adornado, y armado a guisa de galán, porque resplandecía con un yelmo muy luciente y un escudo más largo que todos los otros, y una lanza muy larga y reluciente, la cual el había compuesto con mucha diligencia encima de lo más alto de la carga, de la manera como la llevaban enristrada, lo cual él no hacía tampoco por causa de enseñarse cuanto por espantar los mezquinos de los caminantes que encontrase. Después que pasamos aquellos campos, no con mucho trabajo, por ser el camino llano, llegamos a una ciudad pequeña, y no fuimos a posar al mesón, sino a casa de un capitán de peones su amigo, y luego como llegamos encomendóme a un esclavo, y él fuése muy aprisa a sú capitán, que tenía la capitanía de mil hombres de armas. Después de algunos días que allí estábamos, aconteció una hazaña muy terrible y espantable, la cual, por que vosotros también sepáis, acordé poner en este libro. Aquel decurio o capitán señor de esta posada tenía un hijo mancebo buen letrado, en consecuencia de lo cual él era adornado de modestia y piedad, el cual tú desearías para tí otro tal. Muerta la madre mucho tiempo había, su padre se casó segunda vez, y esta segunda mujer parió otro hijo, que ya pasaba de doce años; la madrastra, resplandeciendo en casa del marido más en la hermosura de su persona que en las costumbres y virtudes, o