Página:La metamorfosis o El asno de oro (1920).pdf/309

Esta página ha sido corregida
305
 

él ninguna cosa se espantó, antes procurando la salud de aquel que había recibido su protección y amparo, no dijo cosa de nosotros, sino que había muchos días que nunca había visto aquel hortelano. Los escuderos porfiaban el contrario, jurando por vida del emperador que allí estaba escondido y no en otro lugar alguno. Finalmente, que los alcaldes acordaron que, pues tan obstinadamente lo negaba, que lo entrasen a buscar, y luego entraron los alguaciles y otros hombres de la justicia, a los cuales mandaron que buscasen muy bien todos los rincones de casa. Ellos desde que lo hubieron hecho dijeron que ningún hombre había en toda la casa, ni asno había de los umbrales adentro. Entonces creció la contención y porfía más recia entre ellos: los escuderos decían que tenían por muy cierto que nosotros estábamos allí, y protestaban el ayuda y favor de la justicia del emperador; los otros, negaban, jurando por los dioses que no estábamos allí. Yo, cuando oí la porfía y voces que daban, como era asno curioso, con aquella procacidad sin reposo deseaba saber lo que pasaba; como bajé la cabeza por una ventanilla que allí estaba, por ver qué cosa era aquel tumulto y voces que daban, uno de aquellos escuderos acaso alzó los ojos a mi sombra que daba abajo, y como me vió, díjolo a dos, y luego levantaron un gran clamor y voces, riéndose de cómo me vieron arriba, y traídas escalas, echáronme la mano y lleváronme como a un esclavo cautivo. Ya después que se les quitó la duda y fueron cer-

Asno de oro
20