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tos males, nunca pudo lanzar de sí una palabra ni lágrima siquiera; pero arrebata un cuchillo con que cortaba queso y repartía de la comida entre sus convidados, y a la manera de su hijo se dió muchos golpes por la garganta, hasta que se mató, y temblando cayó sobre la mesa, y con el arroyo de su nueva sangre lavó las mancillas de la otra prodigiosa.

CAPITULO VI

Cómo un caballero tomó el asno al hortelano por fuerza, y cómo, por industria, derrocó él al caballero del caballo, y puesto en el suelo tuvo lugar de huir.

En esta manera aquel hortelano, habiendo mancilla de la desdicha y caída de esta casa en tan brevísimo punto, gimiendo gravemente este caso y echando algunas lágrimas en pago de la comida, dando golpes una mano con otra muchas veces, cabalgó encima de mí y luego nos tornamos para atrás por el camino que habíamos venido. Pero no fué la vuelta sin daño, porque un hombre alto, y según mostraba su hábito y gesto debía de ser hombre de armas de alguna hueste, encontrónos en el camino, y preguntó con una palabra muy soberbia y arrogante adónde llevaba aquel asno vacío. Mi amo, como iba aún lloroso y triste, y también como no entendía la lengua latina, no le respondió, y bajada la cabeza pasóse. El caballero, cuando esto