fué amargo manjar de aquellos perros fieros y crueles, porque luego arremetieron con el mezquino del mozo que estaba en tierra y lo hicieron pedazos, y como los otros hermanos conocieron las voces mortales de su hermano, vinieron co rriendo por ayudarle, y revueltas las capas a las manos lanzaron muchas piedras por defender a su hermano y echaron los perros de sobre él; pero nunca pudieron vencer ni quebrantar la braveza y ferocidad de ellos, porque en diciendo el mezquino del mancebo la última palabra, que fué que vengasen su muerte en aquel cruel y sucio rico, luego murió hecho pedazos.
Entonces los otros hermanos, no cierto con tanta desesperación cuanto menospreciando su vida, arremetieron hacia el rico, y con ánimos ardientes y esforzados y furioso ímpetu echaban contra él muchas pedradas. Mas aquel cruelísimo matador, ejercitado otras veces ante en muchos y semejantes ruidos, bajó la lanza, con la cual atravesó por los pechos a uno de los dos hermanos, el cual, como quiera que muerto no cayó en tierra, porque atravesado con la lanza que le pasaba gran parte por las espaldas, y teniéndolo apretado en tierra, con la fuerza de su violencia, lo alzó del suelo con el hierro de la lanza. Entonces un esclavo de aquéllos, valiente y esforzado, queriendo ayudar aquel homicida, lanzó una piedra de lejos y dió al tercero de aquellas hermanos en el brazo derecho; pero el golpe no fué nada, porque le tomó en soslayo el brazo y fué corriendo hasta los dedos de la