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rico y mancebo y usaba mal de la nobleza o hidalguía de su linaje; porque él tenía bandos en la ciudad y fácilmente hacía lo que quería, y así perseguía la pobreza de este su vecino como enemigo, matándole sus vacas, llevándole sus bueyes, pisándole sus panes antes que espigasen, de manera que habiéndole despojado de toda su sementera, porfiaba por destruirle los cogollos que tornaban a nacer en los terrones; usurpaba y apropiaba para sí toda la tierra, no curando de pleito que sobre ello el pobre de moviese. Entonces aquél, aunque era aldeano, como era hombre de vergüenza, viéndose despojado de lo suyo por la avaricia de aquel rico, queriendo siquiera quedar con la tierra que su padre le había dejado para donde hiciese su sepultura, aunque con mucho miedo, rogó a muchos de sus amigos que para que supiesen los términos de sus tierras, estuviesen allí presentes, y entre los otros que allí estaban vinieron estos tres hermanos por socorrer y ayudar a la fatiga y pena de este su amigo; pero aquel malvado nunca se espantó ni tuvo siquiera un poco de respeto a la presencia de todos aquellos ciudadanos que allí se juntaron, que pues no se templaba de los robos, al menos se debiera templar en sus palabras; pero aunque muy blandamente le rogaban y le halagaban aplacándole sus soberbias costumbres, él comenzó a jurar por su vida y sus hermanas que no tenía en nada la presencia de los medianeros, y que él mandaría a sus esclavos tomar aquel su vecino por las orejas y