CAPITULO V
En manera que la fortuna con su gran licencia desbarató aquella casa en breve punto, y nos derramó a todos. Yo fuí vendido en aquella almoneda y compróme un pobrecillo hortelano por cincuenta dineros, lo cual él decía que era gran precio; pero que me había comprado por tanto precio por buscar de comer para sí y para mí. En el tiempo y razón me parece demanda que yo cuente la manera de mi servicio, la cual era ésta. Aquel mi señor que me había comprado, acostumbraba bien de mañana cargado de coles y hortaliza ir a la ciudad, que estaba allí cerca, y después que había vendido su mercadería, cabalgaba encima de mí y tornábase a su huerta; entre tanto que él andaba encorvado cavando y regando y haciendo las otras cosas de su huerta, yo solamente me recreaba a todo mi placer y descansaba callando, que en otra cosa no entendía; pero en esto he aquí dónde revolviéndose los cielos y los planetas por sus números y cuenta de los días y meses, tormó el año, después de cogidas las riquezas del vino y del otoño, a las lluvias del signo de Capricornio; de manera que