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creto, y llevólo a su palacio; allí, cerrada la puerta, tardaba mucho, y como ya se acababa de moler todo el trigo que estaba en las tolvas, los mozos tenían necesidad de pedir más, fueron a la puerta del palacio, que estaba cerrada por dentro, y llamaron a su señor que viniese a dar trigo. Como nadie les respondía, comenzaron a dar golpes a la puerta de recio, y como estaba fuertemente cerrada, sospechando algún mal, con una palanca arrancaron y desquiciaron las puertas. Cuando entraron en el palacio la mujer no pareció, pero hallaron a su señor ahorcado de una tirante del palacio, con una soga al pescuezo, el cual con muchos llantos y lloros. Hechas sus exequias, lleváronlo a enterrar. Otro día vino su hija de otro lugar, donde era casada, mesando y dándose puñadas en los pechos, la cual sabía de la desdicha que había acontecido a su padre sin que persona se lo hubiese dicho; mas en sueños le había aparecido el espíritu de su padre, muy lloroso, atada la soga a la garganta, y le contó toda la maldad y traición de su madrastra, del adulterio que le cometiera, de los hechizos y de cómo lo hizo endemoniado descender a los infiernos, la cual, como se fatigaba mucho llorando y plañendo, los familiares de casa la consolaron e hicieron que diese espacio a su corazón y al dolor. Después, pasados los nueve días, hechos todos los oficios y exequias de su sepultura, sacaron a vender en almoneda toda la ropa y bestias como bienes de herencia.