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a casa de una vecina en tanto que al marido se le pasaba el enojo y se le amansaba el calor de la ira y dolor del corazón, porque con la rabia no dudaba que de sí y de su mujer hiciese algún mal recado. Así que yo, enojado de lo que había acaecido en su convite, tornéme a mi casa.

Diciendo esto el tahonero, su mujer reprendía muy malas palabras a la mujer de aquel peraile, diciendo que era una mala mujer sin fe y sin vergüenza, deshonra de todas las mujeres, que, pospuesta su honra y bondad, menospreciando la honra de su marido y casa, la había ensuciado y deshonrado, por donde había perdido nombre de casada y tomado fama de burdelera; y aun añadía, encima de esto, que tales hembras merecían vivas ser quemadas. Pero ésta, instigada y amonestada de la llaga que sentía y de su mala y sucia conciencia, queriendo librar a su enamorado de la pena que tenía debajo de la artesa, ahincaba mucho a su marido que se fuese a acostar temprano. El, como lo había atajado la cena en casa de su amigo, por no irse a dormir ayuno y sin cenar, demandó a la mujer que le pusiese la mesa. Ella, aunque contra su voluntad, porque estaba para otro guisada, púsosela delantemuy de prisa y de mala gana. A mí se me quería arrancar el corazón y las entrañas habiendo visto la maldad pasada que hizo y la traición presente de tan mala mujer, y pensaba entre mí cómo descubriendo aquel engaño y maldad podría ayudar a mi señor, y a aquel que estaba como