yendo que viniera tan presto; ella, de muy buena mujer, cuando lo vió comenzólo a maldecir, que las piernas tuviese quebradas y los ojos. Diciendo esto, y sobresaltada, metió el enamorado debajo de una artesa en que limpiaban el trigo y sentóse cerca de él, y con su malicia acostumbrada, disimulando tanta maldad con su rostro sereno, preguntó a su marido qué era la causa por que venía tan presto, dejada la cena de Su amigo y vecino. El comenzó a suspirar, y con mucha tristeza dijo:
—Yo me vine porque no pude sufrir tan abeminable maldad de aquella mala mujer. ¡Oh Dios, y qué mujer tan honrada, tan fiel a su marido, tan cuerda, ensuciarse ahora en una cosa tan fea! Juro por este pan que aunque yo lo viera por mis ojos no lo creyera.
Ella, incitada de estas palabras del marido, muy osada, deseando saber qué cosa era aquello, no cesaba de importunar al marido que le contase aquel negocio cómo pasaba, ni holgó hasta que él se lo contó y satisfizo a su voluntad, contando duelos ajenos y no sabía de los suyos, diciendo así:
—La mujer de este peraile mi vecino y amigo, cierto parecía mujer de vergüenza y casta, que según su buena fama y la gobernación de su casa y servicio de su marido no había sospecha mala contra ella; ahora ha caído en adulterio y maldad de su persona. Cuando íbamos a cenar a su casa ella parece que estaba holgan-