estuviese lejos. Un día, estando la vieja hablando con ella, decía estas palabras:
—De este mancebo, hija señora, mira bien lo que te cumple. Tú, sin mi consejo, lo amaste; él es negligente y temeroso; tiene gran miedo en ver el gesto arrugado de tu marido; y con tal enamorado frío y perezoso pasas tú mucha pena y fatiga, que querrías holgar, ahora que tienes tiempo; cuánto mejor Filesitero, aquel mancebo hermoso, gentil, hombre liberal, magnífico, y contra los celos de estos maridos esforzados; digno por cierto de ser enamorado de todas las mujeres y merecedor de traer una corona de oro en la cabeza por sola una cosa que hizo el otro día e inventó contra un casado celoso. Oyeme ahora y mira cuánta diferencia hay de un enamorado a otro. ¿Conoces un barbudo, que es alcalde de esta villa, el cual, por ser muy áspero en sus costumbres y conversación, todo el pueblo le llama escorpión? Este tiene una mujer hija de algo y muy hermosa, con mucha guarda encerrada en su casa.
A esto que la vieja decía, respondió la mujer del tahonero:
—¿Pues no la tengo de conocer? Tú, dices, mi compañera, que sabe tanto de esta arte como yo.
La vieja procedió, diciendo:
—¡Pues sabes la historia que le acontenció con este Filesitero?
Respondió la mujer:
—Yo no sé tal cosa, pero deséola saber; por