preguntaba a aquel adivino o agüero, decían que era muy bueno, porque veían cómo estaban juntos y aparejados los más mansos animales de cuantos hay de cuatro pies, y siempre prometían ganancia de lo que en la tierra se sembraba; si algunos de aquéllos quería ir a la guerra o a per seguir ladrones, y preguntaba si era su ida provechosa no, respondía que la victoria era muy cierta, según la demostración de la suerte, porque sojuzgaría a su yugo las cervices de los enemigos y habría de lo que robasen muy abundante y provechosa presa. Con esta manera de adivinar y con su grande astucia engañosa no pocos dineros apañaban; pero ellos, ya cansados de tantas preguntas y de recibir dineros, aparejáronse al camino y comenzamos a caminar por una vía mucho peor que la que habíamos andado de noche, porque había muchas lagunas de agua y sartenejas, que cada rato caíamos: de una parte del camino casi la bañaba un lago grande que había allí, y de la otra parte resbaloso de un barro como de cieno; finalmente, que cayendo y tropezando, ya desportillados los pies y las manos, que apenas pude salir de allí, cansado y fatigado, llegamos a unos campos; y he aquí súbitamente a nuestras espaldas una manada de gente a caballo armada, que no podían tener los caballos, y con aquel rabioso ímpetu arremetieron a Filebo y a los otros sus compañeros y echáronles las manos a los pescuezos, llamándoles sacrilegos, irregulares y falsarios, dándoles buenas pu-
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