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para comer? Yo, mezquina, que todo el día y toda la noche me estoy quebrando los dedos hilando y encerrada en mi casa, al menos que tenga para encender un candil; bienaventurada y dichosa mi vecina Dafne, que en amaneciendo come y bebe cuanto quiere y todo el día se está a placer con sus enamorados.

El marido, con esto convencido, dijo:

—Pues ¿qué es ahora esto? Aunque nuestro amo está hoy ocupado en un pleito y no pudo llevarnos a trabajar, yo he proveído a lo que habemos de comer: sabes, señora, aquel tonel que allí está vacío tanto tiempo ha ocupándonos la casa, que otra cosa no aprovecha, lo he vendido por cinco dineros a uno que aquí viene para que me dé el dinero y llévelo él por suyo. ¿Por qué no te levantas presto y me ayudas a que demos este tonel quebrado y viejo a quien lo compró?

Cuando esto oyó la mujer, de lo mismo que su marido decía sacó un engaño, y fingió una gran risa, diciendo:

—¡Oh qué gran hombre y buen negociador que he hallado, que la cosa que yo, siendo mujer necesitada en mi casa, tengo vendida por siete dineros, vendió en la calle por menos!

El marido contestó alegre y dijo:

—¿Quién es éste que tanto dió?

Respondió la mujer:

—Vos muy poco sabéis; ahora entró uno dentro en él para ver qué tal estaba, si era muy viejo.