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aun mejor podría decir muerte presente. Porque un muchacho, temblando y sin color, entró súbito en la sala donde cenaban, según que los otros servidores y familiares entre sí hablaban; el cual dijo a su señor cómo de una calleja de allí cerca había entrado un poco antes por el postigo de casa un perro rabioso con gran ímpetu y ardiente furor y había embrujado todos los perros de casa; y después había entrado en el establo y mordió con aquella rabia a muchos caballos de los que allí estaban, y aun que tampoco dejó a los hombres, porque él mordió a Mitilo, acemilero, y a Epestión, cocinero, y también aquel Hipatalio, camarero, y a Apolonio, físico, y a otros muchos de casa que lo querían echar fuera; en manera que muchas de las bestias de casa estaban mordidas de aquellos rabiosos bocados, lo cual asombró a todos, pensando, por estar yo inficionado de aquella pestilencia, hacía aquellas ferocidades; así arrebataron lanzas y dardos y comenzáronse a amonestar unos a otros que lanzasen de sí un mal común y tan grande como aquél; cierto, ellos me perseguían y rabiaban más que yo, por lo cual sin duda me mataran y despedazaran con aquellas lanzas y venablos y con hachas que traían, sino porque yo, viendo el ímpetu de tan gran peligro, luego me lancé en la cámara donde posaban aquellos mis amos; entonces, bien cerradas las puertas, encima de mí velaban a la puerta hasta que yo fuese consumido o muerto de aquella y pestilencia mort y ellos pudiesen entrar sin peligro suyo; lo cual así