clamores, pensando que era verdad que les, traía algún esclavo que fuese aparejado para lo que ellos querían; pero cuando vieron que no sucedía como ellos pensaban, ni era cierva por doncella, mas era un asno por hombre, el rostro torcido y con enojo increpaban a su maestro, diciéndole que no había traído servidor para ellos, mas que traía marido para sí. Decíanle, además de esto:
—Pues guardate que tú solo no comas tan hermoso pollo; mas haz parte de él a nosotros, que somos tus criados.
Estas y otras tales cosas parlando entre sí, atáronme a un pesebre que allí cerca estaba; había entre aquéllos un mancebo alto y de buen cuerpo, el cual sabía muy bien tañer flautas y trompetas, y estaba allí cogido por sueldo para andar por allá fuera con los que traían a la diosa y para tañer la trompeta, pero en casa ejercitándose en contentar a aquellos medio mujeres. Cuando él me vió en casa, de muy buena gana me echó de comer, y alegre dijo estas palabras:
—Basta que tú viniste para ayudarme al miserable trabajo; plegue a Dios que vivas y contentes a tu señor y ayudes a mis lomos cansados y vacíos.
Y oyendo yo estas cosas, ya pensaba en mis fatigas venideras.