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mancilla de él; pero uno, más recio que ninguno y más mozo, de gran cuerpo y fuerzas, que sólo había quedado sano del ruido pasado, levantóse alegre y preguntó en qué lugar había caído; el viejo le mostró con el dedo entre unas zarzas y matas espesas; así que el mancebo siguió tras el viejo hacia do le había mostrado. Los compañeros, cuando hubieron comido y nosotros pacido, cargáronnos para ir su camino, y como aquel mancebo no venía, comenzaron a darles voces; cuando vieron que no respondía, enviaron uno que lo buscase y le dijese que viniese presto, que era ya hora de caminar; aquél tardó un poco en ir a buscar al otro, y tornó amarillo y espantado, diciendo que había visto una cosa maravillosa de aquel mancebo: que vió cómo estaba muerto en el suelo, medio comido y un dragón espantable encima de él, comiéndolo todo, y que no parecía el viejo; lo cual, visto por los pastores y conociendo que no había en aquella tierra otro morador, sino aquel viejo, conocieron que aquél era el dragón, así que dejaron aquella mala tierra, y dándonos buenas varadas, fuéronse huyendo cuanto pudieron.