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durmieres; yo haré que tú sientas ser más bienaventurada la muerte de tu enemigo que la vida que tú hubieres, porque, cierto, tú no verás lumbre y habrás menester quien te guíe; a Carites no tendrás ni gozarás de sus bodas, ni te alegrarás con el reposo de la muerte, ni habrás placer con el deseo de la vida; pero andarás como una estatua, incierto, andando entre el Sol y el infierno, que ni sepas si te has de contar con los vivos o con los muertos; y andarás mucho tiempo buscando la mano que quebró tus ojos y no la hallarás, la cual en la pena y turbación es muy miserable y lleno de toda angustia, que no sepas de quién te puedes quejar; además de esto, yo sacrificaré y aplacaré la sepultura de Lepolemo con la sangre de tus ojos, y asimismo haré sacrificio con estos tus ojos a su ánima santa. Mas por qué soy causa yo que por esta mi tardanza tú ganes alguna dilación de tu tormento y por ventura tú ahora sueñas o piensas en mis pestíferos abracijos? Así que, dejadas las tinieblas del sueño, vela y despierta a otra ceguedad de pena, alza y levanta la cara vacía de lumbre; reconoce la venganza, entiende tu desdicha, cuenta tus mancillas. De esta manera pluguieron tus ojos a la mujer casta y limpia; de esta manera alumbraron las hachas de las bodas al tálamo de tu casamiento. En esta manera tendrás las diosas del matrimonio por vengadoras y tendrás la ceguedad por compañía y perpetuo estímulo de conciencia.