consigo de matar al malvado matador y de apartase ella y salir de vida tan mezquina y desdichada. Otro día siguiente, he aquí dónde torna otra vez el abominable demandador de placer tan presto y no convenible, y comenzó a porfiar en las orejas que estaban cerradas para entender en cosa de casamiento; pero ella, con astucia maravillosa, disimulando su corazón, comenzó blandamente a menospreciar las palabras de Trasilo, el cual, con mucha instancia, importunaba y humildemente le rogaba que quisiese casarse con él, y ella le respondió:
—Aun ahora, la hermosa cara de tu hermano y mi amado marido se representa ante mis ojos, y aun el olor celestial de su cuerpo dura en mis narices, y aun también aquel hermoso Lepolemo vive dentro de mi corazón. Por ende, tú tomarás buen consejo si concedieres tiempo necesario para el luto y llanto que una mezquina hembra como yo es obligada a hacer legítimamente por su marido, hasta que pasen algunos meses y se cumpla el año, de cual cumplirá así a mi honra como al provecho de mi salud. Porque, por ventura, con la prisa de nuestro casamiento, no resucitemos el ánima de mi marido con su causa y enojo justo, para daño y fin de su salud y vida.
Trasilo, no satisfecho con estas palabras ni contento al menos con el prometimiento que le hacía de aquel poco tiempo, tornó a porfiar, echando palabras falsas de su len astimera, hasta tanto que Carites, vencida de su importunidad,