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me, quebrantó el casto sueño de su mujer, diciendo:

—Señora mujer, lo cual no conviene que de otro hombre ninguno te sea dicho, ni por este nombre seas de otro llamada: si tienes memoria en tu co razón y te recuerdas de mí, o si por ventura el vínculo del amor se te ha quitado del corazón por el acaecimiento de mi grave y amarga muerte; yo te doy licencia para que te cases en buena hora con quien quisieres, con tal condición que jamás vengas a poder del traidor sacrilego de Trasilo, ni hables con él, ni te sientes a la mesa, ni duermas en cama con él; huye de su mano sangrienta que me mató. No quieras comenzar bodas con quien mató a tu marido, que aquellas llagas, cuya sangre lavaron tus lágrimas, no son todas de las navajas del puerco, porque la lanza del malvado de Trasilo me hizo ajeno de ti.

Y de esta manera le contó todas las otras cosas, por donde le manifestó toda la traición como había pasado. Ella, como estaba muy triste, con sueño muy temeroso, apretó la cara con la ropa, y durmiendo le manaban tanto las lágrimas, que bañaba la cama, y despertó muy espantada del reposo que tenía sin holganza, así como si despertara espantada de un gran trueno; y tornando a su lloro comenzó a dar aullidos y gritos muy largamente, y rompida la camisa, se daba de bofetadas con las manos en la cara. Pero con todo esto, nunca descubrió a persona el sueño que había visto, y disimulada la traición y maldad de Trasilo, deliberó