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bre de los que la guardaban estaban cercados todos los caminos para cumplir su voluntad, y también conociese que el vínculo del nuevo amor y afición que entre el marido y mujer crecía no se pudiese desatar, y que la dueña, aunque quisiese, como quiera que ella no podía querer tal cosa, no era posible comenzar a hacer maldad a su marido, pero con todo esto Trasilo era forzado y compelido con porfía obstinada a procurar lo que no podía alcanzar como si pudiese efectuarlo. Y lo que ahora le parecía muy difícil de alcanzar, el amor loco que cada día más se esforzaba le hacía creer y tener esperanza por su edad y juventud que era fácil cosa de haber. Mas yo ruego ahora que, con mucha atención, entendáis en qué paró el ímpetu de esta furiosa lujuria. Un día, Lepolemo tomó consigo a Trasilo y fuese a caza de monte para buscar animales, así como corzos, porque en esto no hay ferocidad ni braveza como en los otros animales, y también Carites no consentía que su marido fuese a cazar bestias armadas con dientes o con cuernos, por el peligro que de ello podía seguir.

Y llegando a un monte muy espeso de árboles, comenzaron los cazadores a llamar los perros, que eran monteros de linaje, para que sacasen de allí los animales que había, y como los perros eran enseñados de aquella arte, repartiéronse luego cercando todas las salidas de aquel monte. Estando así cada uno aguardando en su estancia, hecha señal por los cazadores, comenzaron de latir