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aquel noble varón Lepolemo, Trasilo criaba y continuaba entre sí el amor por él comenzado, y recordándose de aquella indignación y enojo que tenía por haberle negado el casamiento, buscaba acceso para su cruel deseo; finalmente, que hallando oportuna ocasión para la maldad que tenía pensada días había, se aparejó a hacer la traición. Y el día que la doncella fué librada de mano de los ladrones por astucia y esfuerzo de su esposo, él, mostrando alegrarse más señaladamente que otro, se mezcló con los otros que hacían alegrías, y con mucho gozo mostraba con su presencia que tenía placer del linaje que saldría de los nuevos desposados; y por honra de tan noble generación él fué recibido en nuestra casa como de los principales huéspedes, y callando el consejo de su traición mentía y engañaba con persona y gesto de fidelísimo amigo. Ya con la mucha conversación y continuas hablas, y algunas veces que comía y bebía con ellos, era muy amado. Y con la amistad que le tenían, el necio malaventurado poco a poco se lanzó en el pozo profundo del amor. ¿Por qué no? Pues que el fuego del primer amor primeramente deleita con muy poquito calor, pero, con la yesca de la conversación, de poco ardor sale tan gran fuego que todo el hombre quema. Finalmente, Trasilo deliberó consigo muchos días antes de hacer lo que pudiese; y como hallase gar oportuno para poder hablar a la dueña secretamente, y viese asimismo que por la muchedum-