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que es inocente y sin culpa, que cierto es cosa conveniente a los malos atrevimientos contra la conciencia culpada esperar seguridad. Mas, ¡oh Dios!, tornando a mi propósito, tú, bestia, de cuatro pies maligna, aunque tomases prestada habla de hombre, ¿a quién, aunque fuese la más necia persona del mundo, podrías persuadir que esta crueldad tuya puede vacar de culpa? Mayormente que tú pudieras socorrer y ayudar al mezquino del mozo a coces y bocados. ¿Cómo pudiste muchas veces darle de coces y no pudiste cuando le mataban defenderlo con aquella misma osadía y esfuerzo? Cierto tú pudieras arrebatarlo encima de tus espaldas y escaparlo de las manos de aquel cruel ladrón y enemigo. Fi—nalmente, no debieras tú solo echar a huir y desamparar aquel tu compañero maestro y pastor. No sabes que aquellos que niegan ayuda y socorro a los que están en peligro de muerte, que porque van contra las buenas costumbres y contra lo que son obligados, suelen ser punidos y castigados? Pero tú, homicida traidor, no te alegrarás mucho tiempo con mi pena y tribulación: yo te prometo haga de manera que sientas este miserable dolor mío tenga fuerzas naturales.

Y como esto dijo, desenvueltas sus manos, desató una faja que traía ceñida, y ligados mis pies y manos con ella me apretó muy fuertemente, porque no restase solaz alguno para mi venganza, y arrebató una anca con que se solían cerrar las puertas del establo y no cesó de darme

Asno de oro
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