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sus bodas contra natura. Y tú, mozo, oye: mátalo luego y echa las entrañas y asadura a nuestros perros, y la otra carne guárdala para que coman los gañanes, porque polvoreada ceniza encima del cuero lo llevaremos a sus señores, y, finalmente, podemos mentir diciendo que lo mató un lobo. Cuando esto oyó aquel mortal enemigo y acusador mío estaba muy alegre por ser ejecutor de la sentencia de los pastores, y procurando siempre mi mal, recordándose de aquellas coces que le había dado, y a mí me dolía porque no lo había muerto, quitada toda tardanza comenzó luego a aguzar el cuchillo en una piedra. Entonces uno de la compañía de aquellos labradores dijo:

—Grande mal es que matemos de esta manera un asno tan hermoso como éste, y que por lujuria o amores él sea acusado y carezcamos de su obra y servicio tan necesario; cuanto más que quitándole los compañones nunca más será celoso ni se alzará para hacer mala cosa, a nosotros quitaremos de peligro y él se hará muy más hermoso y grueso. Porque yo he visto muchos, no solamente de estos asnos perezosos, mas caballos muy fieros, que eran celosos en gran manera, y por aquella causa bravos y crueles, y haciéndoles este remedio de castrarlos se tornaban muy mansos, sin ninguna furia, y por esto no eran menos hábiles para traer la carga y hacer todo lo otro que era menester. Si todo esto que os digo creéis y os parece bien, de aquí un poco rato yo he acordado de ir a este mercado que aquí cerca se