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sas suyas, que nada les dejaron, tomaron a los ladrones atados como estaban, y a los unos envueltos los lanzaron de esos riscos abajo, otros degollados con sus espadas se los dejaron por ahí. Con esta tal venganza, alegres y con mucho placer, nos tornamos a la ciudad, adonde pusieron todas aque.llas riquezas en el tesoro y arca pública de ella; y la doncella diéronla a Lepolemo, su esposo, como era razón y derecho. Desde allí, la dueña, que ya era casada, me buscaba a mí y me nombraba como a su guardador, que le había librado de tanto peligro, y ese mismo día de las bodas me mandó henchir el pesebre de cebada y poner heno tan abundantemente que bastara para un camello. Cuántas maldiciones podría yo echar ahora a mi Fotis, que es merecedora de ellas y de la ira de los dioses, porque me tornó en asno y no en perro, porque veía por allí los perros hartos de aquellas reliquias y sobras de la boda y de la cena muy abundante. Después de pasada la primera noche de boda, la recién casada no se le olvidó, así cerca de sus padres como de su marido, de darme muchas gracias, rogando que le prometiesen de hacerme mucha honra; para lo que, llamados otros amigos de seso y edad, les preguntó qué consejo darían como pudiese remunerar tanto beneficio como de mí había recibido, y uno dijo que me tuviesen encerrado en casa sin que cosa alguna hiciese y me engordasen con cebada y habas y buena cama; pero venció a éste otro, que miró más a libertad, diciendo que me echasen al campo con las