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mino para su tierra, a la cual llegamos. Toda la ciudad salió a ver lo que mucho deseaban: salieron su padre y madre y parientes, cuñados, servidores, criados y esclalvos, las caras llenas de gozo, que quien lo viera pudiera ver muy bien una gran fiesta de personas de todo linaje y edad: que, por Dios, era un espectáculo digno de gran memoria ver una doncella triunfante encima de un asno. Yo también, como hombre varón, porque no pareciese que era ajeno del presente placer, alzadas mis orejas e hinchadas las narices, rebuzné muy fuertemente, y aun puedo decir que canté con clamor alto y grande.

CAPITULO III

Cómo, celebradas las bodas de la doncella, se pensó con gran consejo qué premio se daría a Lucio, asno, en recompensa de su libertad; donde cuenta grandes trabajos que padeció.

Después que la doncella entró en casa, los padres la recibieron y regalaban como mejor podían. Lepolemo tomóme a mí con otra muchedumbre de asnos y acémilas de la ciudad y tornóme para atrás, adonde yo iba de buena gana, porque tenía mucha gana y deseo de tornar a ver la prisión y cautividad de aquellos ladrones, a los cuales hallamos bien atados con el vino más que con cadenas; así que nosotros, cargados de oro y plata y otras co-