por vuesbéis de pensar: que esto que yo os digo tra causa y provecho. Por ende, si esto que dijere no as pluguiera, digo que tengáis libertad para tornaros al asno. Porque yo, señores, pienso que los ladrones y los que de ellos saben más, ninguna cosa deben anteponer a su ganancia; también esta venganza es dañosa muchas veces a ellos y a otros. Pues si matareis la doncella en el asno, no haréis otra cosa sino ejercitar vuestro enojo sin ningún provecho ni ganancia. Por ende, me parece que esta doncella se debería de llevar a alguna ciudad, porque no sería liviano el precio que por ella se diese, según su edad; que aun yo tengo conocido, días ha, algunos rufianes, de los cuales uno podría, según yo pienso, comprar esta moza con grandes talentos de oro, para ponerla al partido, como ella merece, y aun de semejante huida que ésta, cuando ella hubiere servido en el burdel, no os dará poca venganza. Este es mi parecer, y de lo que yo haría, por ser útil y provechoso; pero sobre todo digo que vosotros sois señiores de mis consejos y de todas mis cosas.
De esta manera aquel abogado del fisco de los ladrones proponía nuestro pleito y causa, como muy buen defensor de la doncella y del asno. Mas como los otros se tardaban en deliberar, con la tardanza de su consejo atormentaban mis entrañas y el mezquino de mi espíritu. Finalmente, de buena gana todos se allegaron a la sentencia del nuevo ladrón, y luego soltaron a la doncella de las cadenas en que estaba; la cual, como vió a